Monos Refugiados - Antologia de Cuentos

By georgina.arias | Updated: Sept. 30, 2024, 3:41 p.m.

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Antologia de Cuentos 
sobre 
Derechos Humanos 
Articulo 14
En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.
Monos Refugiados
por: Marisa Alonso Santamarina
La vida en el bosque discurría tranquila. Todos los animales crecían fuertes y sanos porque no les faltaba comida ni agua.
Los pequeños monos jugaban por las ramas de los árboles enganchándose con sus colas, aullando felices. 
Esa mañana los despertó un ruido ensordecedor.

- ¿Qué es ese ruido? - dijeron mirándose unos a otros muy asustados.
Desde la cima del árbol, mamá mona y sus dos monitos descubrieron a los hombres montados en gigantes monstruos metálicos con grandes ruedas. 
Se instalaban en el bosque. 
 Todos observaron lo que hacían: sacaron unas espadas con dientes que hacían un ruido muy fuerte y empezaron a cortar algunos de los árboles.
Los monos comenzaron a aullar muy fuerte para avisar a los otros animales del peligro.
En ese momento escucharon un ruido diferente. Los hombres apuntaban a los árboles con unos palos largos que escupían fuego. Algunos monos cayeron heridos al suelo. Sin pensarlo dos veces la mamá mona subió a sus dos hijitos a la espalda y corrió en dirección contraria.
- ¿Dónde vamos, mamá? - preguntó el monito mayor.
- No podemos quedarnos en casa. Aquí corremos mucho peligro. - les dijo mamá mona.

Buscando un lugar seguro para refugiarse descansaron a varios kilómetros de su hogar. Allí encontraron a más animales que, como ellos, habían escapado del bosque.
 Los ruidos no cesaban al pasar los días, y mamá mona vio desolada que habían llegado para quedarse, y no los querían allí.
Al otro día, junto a otros animales, se pusieron en camino rumbo a lo desconocido.
Mamá mona pudo conseguir unas raíces para calmar el estómago de sus pequeños. Ella no comió.
Anduvieron muchos kilómetros más. Los hombres seguían avanzando haciendo que todos los animales fueran alejándose cada vez más de sus hogares.
Atravesaron diferentes bosques, cruzaron distintos ríos, pasaron una tormenta. A lo largo del camino conocieron a otros animales muy diferentes a ellos; unos les ayudaron, otros no. Unos les comprendieron, otros no; algunos los echaron.
Anduvieron y anduvieron hasta llegar a otro río que no tenía fin. Nunca habían visto el mar y se quedaron impresionados.
Los animales se echaban al mar en unas tablas de madera que no parecían muy seguras. Decían que llegar a la orilla era la única manera de salvarse.
- ¿Dónde está la otra orilla de la que hablan? Yo no la veo - dijo el monito mayor cuando veía a los animales remando en el mar desapareciendo de su vista.
- ¡No sé nadar! Y si me caigo al agua, ¡moriré ahogado! - dijo el pequeño angustiado
Mamá mona no sabía qué hacer. Por un lado, le daba mucho miedo quedarse allí porque los hombres les pisaban los talones. Escuchó que muchos animales estaban muriendo en el camino. No tenían comida ni agua y los monitos estaban quedándose muy delgados. No resistirían mucho en esas condiciones. 
 Pero por otro lado, solo pensar en el mar, en subirse en esa madera con sus hijitos le producía terror. La poca comida que tenían se la robaron. Dos rinocerontes aprovechándose de su indefensión quisieron hacer chantajes ofreciéndoles subirlos primeros.
Pasaron muchos días. Los hombres cada vez estaban más cerca y los animales cada vez en peores condiciones físicas. Tras resistirse a la idea, mamá mona y los monitos embarcaron una noche apiñados con otros animales; muchos más de lo que parecía soportar esa tabla.
Los monitos se pegaban al cuerpo de su madre buscando calor. A ratos dormían, a ratos lloraban, a ratos aullaban. Tuvieron dolores de espalda, calambres, y pasaron muchísimo miedo; sobre todo durante la noche.
Tras veinte larguísimas horas de crucero divisaron tierra. No todos llegaron.
- ¡Más refugiados! - se escuchó que decían algunos animales que estaban en la orilla tomando el sol.
- ¿Mamá, somos refugiados? - preguntó el monito mayor.
- Sí. Cualquier animal puede llegar a ser un refugiado. Tuvimos que dejar nuestro hogar para escapar de la guerra, para salvar nuestras vidas, para poder vivir mejor - contestó mamá mona con un brillo en su mirada.
La escucharon todos en la playa
FIN

Monos Refugiados - Antologia de Cuentos

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